Sobrevivir aún cuando la ciencia pase desapercibida


Son años de trabajo y dedicación en el campo científico. Un universo de ideas y conocimiento, que a veces suele estar tan cerca, pero a la vez tan lejos, de la comunidad en la que vivimos. El poco espacio que se le da en los medios, se compensa con la calidad humana de los investigadores y los logros que cosechan. Quizás pase desapercibida, pero no es un trauma ni mucho menos algo que le quite el sueño a la bióloga Marta Sosa, quien busca soluciones amigables con el planeta, sobre aquellos efectos destructivos que ocasionan las plagas al sector agropecuario y la salud pública.


Andrea Sosa Araujo 

La Dra. Marta Sosa en el laboratorio del INTEQUI.



Quién diría, que en pleno corazón de la Ciudad Capital de San Luis, trabaja apasionadamente una comunidad de científicos que pasan desapercibidos, inadvertidos ante la mirada a veces perdida y distraída de los vecinos que diariamente transitan frente al edificio “el Barco” que tiene la Universidad Nacional de San Luis (UNSL), a tan solo dos cuadras de la congestionada plaza principal.
Nunca mejor caracterizado ese edificio de añares, porque de alguna manera nuestros científicos en sus laboratorios algo incómodos y superpoblados de papeles, pizarrones, equipos y aparatos modernos pero a la vez tan raros, toman el timón de sus investigaciones tratando de llegar a buen puerto. La buena noticia, es que a pesar de las incomodidades y frente a la mirada indiferente de la sociedad, pero por desconocimiento o temor de lo que implica la ciencia y no por falta de interés, ellos lo logran. Tarde o temprano, según los tiempos que se tome la ciencia en darlos a conocer o publicar. Y en esto, hay una deuda pendiente de reconocimiento como comunidad, al trabajo de toda una vida, sumergidos casi solitarios, sobreviviendo en el mundo del conocimiento. Pero hay equipo de sobra, como numerosos los proyectos de investigación que llevan adelante, en distintos campos de la ciencia.
Tan raro es tomar conciencia sobre la actividad que desarrollan, como extraña también la sensación de observar y tocar una reducida población de picudos algodoneros. Una sensación extraña porque San Luis es una provincia libre de esta plaga y nunca me imagine en estas latitudes encontrarme con uno. Pero de igual modo, enorme la tranquilidad de saber que en el laboratorio, están controlados. Más de uno se sorprendería, porque en San Luis la superficie del cultivo de algodón se incrementa en cada campaña agrícola. 
Fue durante las "Jornadas de integración y debate sobre medio ambiente", organizadas por el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) San Luis, que despertó mi curiosidad la presentación de las investigaciones que desarrolla la Dra. Marta Sosa en el Instituto de Investigación de Tecnología Química (INTEQUI)de la Facultad de Química, Bioquímica y Farmacia (FQByF) de la UNSL. Familiarizada con los temas vinculados al sector agropecuario, me sorprendió el curso de las investigaciones en función del desarrollo de biopesticidas en base a productos naturales, para combatir plagas y malezas que afectan a la actividad agrícola y la salud pública.
En este proyecto, se embarcó Marta hace más de 20 años, una mujer sencilla de contextura mediana, muy coqueta al momento de cuidar su imagen y cálida en sus afectos y trato con quienes la rodean. Perfectamente podría ser mi mamá, mi tía, la vecina de mi cuadra, pero lejos de la vida cotidiana y algo casera, está su destacada formación en el ámbito académico y científico, con innumerables publicaciones en los campos más sobresalientes de la ciencia.
De la mano de productos naturales, trabaja en el laboratorio sobre el desarrollo de biopesticidas en base a organismos vivos o derivados de hongos y feromonas (sustancias que secretan los mismos animales y producen una reacción al animal de la misma especie), para el control integral de plagas que afectan al sector agropecuario (agrícola y frutihortícola) como la tucura y el cogollero del maíz y, a la salud pública  en el caso de la vinchuca, entre otros. También, incluso, desarrollan bioherbicidas para el control de malezas, como el “falso alcanfor” que ha invadido gran parte de los campos de la provincia.
En función de las “actividades de productos naturales frente a insectos”, nombre de la línea de investigación que está a su cargo, elaboran aceites esenciales de plantas que resultaron bioactivas para controlar ciertas plagas, buscando dar en la tecla con un biopesticida en este caso, para erradicar al picudo algodonero.
Instalada en el laboratorio, algo pequeño pero muy iluminado y con el barullo de fondo de un nutrido grupo de alumnos universitarios esperando ingresar para cursar una materia en un aula continua, Marta me introduce en el mundo de los biopesticidas, sin antes aclararme que los productos tradicionales usados en el control de plagas y de malezas provocan deterioros en el medio ambiente, así como perjuicios para la salud humana y animal; particularmente los herbicidas e insecticidas que pueden causar impactos adversos. 
De esta manera considera indispensable la búsqueda de agentes más efectivos y con reducida toxicidad, por lo cual “para satisfacer estas necesidades es imperiosa la investigación de nuevos candidatos líderes que presenten las deseables actividades biológicas”. Para la investigadora y docente, los plaguicidas desarrollados en base a productos naturales, son ventajosos ya que suelen presentar mecanismos de acción original y baja toxicidad frente a mamíferos. Un beneficio adicional, señala Marta, pero no menos importante, “radica en su característica de ser descompuestos o metabolizados más rápidamente, reduciendo así los riesgos ambientales”.
Por esta razón la química de los productos naturales de plantas, no es una receta de un perfume o pócima mágica para atraer al ser amado, es una opción para un programa de manejo integrado frente a las plagas. Destaca que es extensa la bibliografía que documenta el uso de productos naturales o biopesticidas y su demanda está aumentando en todas partes del mundo frente a la necesidad de disminuir los riesgos del uso de plaguicidas convencionales. "Las plantas poseen un potencial bioquímico casi ilimitado para producir una variedad de compuestos producto del metabolismo secundario, muchos de ellos de alto valor terapéutico e industrial", que despertó gran interés. Entre las distintas alternativas, se incluye el empleo de extractos, aceites esenciales y sus constituyentes como repelentes de insectos, tóxicos o de algún tipo de semioquímico. Definiciones algo complejas, por lo que Marta se toma el tiempo necesario, para hacérmelas entender. Algo así cuando usamos el repelente para los mosquitos cuando estamos a orillas del lago. Pero me queda la tranquilidad de saber, que la ciencia, como las estrellas, brilla para todos, solo hay que saber mirar.

Los resultados y nuevos desafíos

En el laboratorio se desarrolla desde hace algunos años “un estudio interdisciplinario sistemático sobre la bioactividad de metabolitos secundarios de plantas”, cuenta Marta. “Actualmente estamos evaluando un conjunto importante de metabolitos secundarios, los clerodanos, lactonas sesquiterpenicas, furanos, benzofuranos flavonoides, terpenos lineales no volátiles con identificación química cierta, estableciendo en muchos casos relaciones estructura-actividad. Evaluamos la actividad de aceites esenciales aislados del Baccharis salicifolia, Fluorencia oolepis y cuatro especies del Eupatorium mediante diversos biensayos y utilizando como insectos modelos al Tenebrio molitor  y Tribolium castaneum (Coleoptera: Tenebrionidae), Spodoptera littoralis (Lepidoptera: Noctuidae), Leptinotarsa decemlineata (Coleoptera: Chrysomelidae), Rhopalosiphum padi y Myzus  persicae (Homoptera: Aphididae)”, describe la investigadora. 
Pero si bien la experiencia con volátiles de plantas giró en torno “al estudio de algunas especies del género Baccharis”, indicó que se pretende realizar investigaciones con aceites esenciales de otras especies nativas, “siempre con la intención de introducirnos en el campo de los agentes biorracionales para el control de plagas. En este aspecto se aborda el estudio de  actividad de aceites esenciales bioactivos para su  posible utilización en el control del Triatoma infestans Klug, es decir la famosa vinchuca”.
El estudio de extractos de especies regionales con potencial actividad herbicida es una vertiente del estudio de los productos naturales de plantas que recientemente iniciaron en el grupo. “La primera especie que ha sido sometida a este tipo de estudios en el laboratorio es la Heterotheca subaxillaris, con actividad alelopática y como potencial bioherbicida. La tesista Ailin Gatica logró determinar el efecto alelopático sobre fracciones de distinta polaridad", explicó. Buscan de esta manera el aislamiento y caracterización de los metabolitos secundarios responsables de la bioactividad.
Actualmente, Marta está trabajando en conjunto con el director del Instituto de Microbiología y Zoología Agrícola (IMYZA) del Centro Nacional de Investigaciones Agropecuarias (CNIA-INTA Castelar), el Dr. Roberto Lecuona. Cuenta que inauguraron recientemente un laboratorio de cría de "picudo del algodonero" (Anthonomus grandis), y les proveen del material entomológico para los ensayos que realizan. El picudo es considerado la principal plaga de algodón en América, la más destructiva, debido a su capacidad biológica de reproducción, dispersión y colonización. “Resulta a la vez, la plaga más importante en la zona algodonera del Noroeste Argentino, capaz de causar pérdidas enormes en la producción”, aclara.
Controlar el nivel poblacional de esta plaga, es determinante para hacer un manejo adecuado de su potencial daño en el cultivo, por lo tanto el desafío de los investigadores es mayor aún, “lograr un atractante para colocar en trampas conjuntamente con un hongo entomopatógeno desarrollado por Lecuona. Los ensayos consisten en la evaluación de  productos de síntesis buscando esos atractores para el picudo del algodón”, indicó Marta.
Hasta el momento ya probaron 23 compuestos, algunos de síntesis de laboratorio y otros adquiridos a la firma Sigma Aldrich. El objetivo fundamental “es disponer de una familia de compuestos relacionados químicamente para mejorar la atracción. Nuestras investigaciones básicas y de tipo interdisciplinarias tienen la mirada puesta en ampliar el campo de aplicación y los resultados podrían tener una interesante perspectiva en relación a los recursos naturales renovables aún no explotados ni explorados y a su aplicación”, señaló la bióloga.
Los estudios marchan a buen ritmo y por buen camino, aunque tendremos que esperar un poco, para conocer los resultados concretos. Quién iba a pensar, que mi visita al laboratorio sería una experiencia inolvidable. Por un lado, tuve el placer de conocer a un equipo de investigadores apasionados con su tarea y por otro lado, poder ver los ensayos que incluyen al picudo algodonero, que con su característico “pico” o “trompa”, hasta me resultaron simpáticos con perdón de los productores algodoneros a quienes esta plaga les da más de un dolor de cabeza y hasta me animo a decir, les quita el sueño. 
Es una obligación de quienes tienen la tarea de diseñar políticas para la sociedad, interiorizarse sobre este tipo de investigaciones, para que llegado el caso, puedan tomar buenas decisiones a la hora de enfrentar alguna situación que ponga en peligro la producción agrícola e incluso la salud humana. Tenerlos en cuenta porque son portadores del conocimiento científico y nos pueden ayudar a dominar aspectos de la realidad, que a veces se nos escapan de las manos a la hora de innovar o generar ideas nuevas. Aunque a veces hay que inyectarse un poco de buena voluntad y crear lazos de unión entre la ciencia y la sociedad, sacarse prejuicios de encima y desterrar miedos. Siempre tengo presente esa frase que dice que no se puede querer lo que no se conoce, al momento de meterme de cabeza en un tema que luego tengo la responsabilidad de difundir.
La ciencia se ha convertido en el motor de la Historia. Revolucionó nuestras vidas en todo aspecto y quizás, pronto, podremos decir que desde un pequeño laboratorio en pleno corazón de la ciudad de San Luis, salió un biopesticida que cambiará el rumbo en la lucha contra el picudo algodonero y de esta manera las fronteras de la agricultura del futuro, se extenderán hacia latitudes inimaginables. 
Dicen que el conocimiento libera al hombre. Compartir la vida de una mujer dedicada a la investigación tal vez nos lleve, o al menos intentarlo, a una reconciliación con la ciencia. Tomar conciencia del valor que implica el logro de nuestros investigadores, en el desarrollo y organización de la vida social. De ser así, habremos dado todos juntos un paso importante en nuestra evolución como sociedad y quien dice, a despertar nuestra curiosidad, sensibilidad e incluso las vocaciones científicas en los más jóvenes. Seguramente, ahora cuando pases frente a ese edificio de la universidad, tu mirada será distinta y hasta prestes un poco más de atención esperando ver la figura de esta encantadora mujer apasionada de la biología y la investigación científica.



Dra.Marta Edit Sosa
Area de Zoología
Departamento de Bioquímica y Ciencias Biológicas
Facultad de Química, Bioquímica y Farmacia
Universidad Nacional de San Luis
Chacabuco y Pedernera. San Luis Argentina CP 5700-
T.F.0266-4424698/4423789- Int. 249


- Recomindo ver Link "Videos": Ciencia (1), (2), (3) y (4) San Luis Campo.

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- Leer nota "La revolución de los biopesticidas"


Publicaciones de los trabajos realizados







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